El idioma valenciano en la Iglesia del XVII
Por Ricardo García Moya
Las Provincias 17 de Mayo de 1998
Espigando en obras del XVII constatamos que los religiosos del Reino utilizaban la lengua valenciana
de manera habitual. Los testimonios que siguen, anteriores a 1707, están tomados de obras pensadas
para ser leídas en todo el imperio de España, de ahí que frecuentemente añadan al texto en idioma
valenciano su correspondiente traducción castellana. Así, en la biógrafía de Gaspar de Bono, publicada
en 1610, encontramos el habitual bilingüismo del Reino y la singular ortografía castellana y valenciana de
1610: "clamavan (sic) en nuestra lengua valenciana: Senyor ver Deu, misericordia. Que en castellana
quiere decir: Señor Dios verdadero, aved (sic) misericordia" (Gual, V. G.: Historia, Valencia 1610, p. 17).
Otro pasaje recoge que en su celda guardaba "los gozos de San Vicente Ferrer en nuestra lengua
valenciana
" (p. 213). Añadiendo que "sabíalos de memoria, y rezábalos en nuestra lengua valenciana"
(p. 298).
Hay quien alegará que la denominación de la lengua se debía al hecho de haber
nacido en Valencia -cerca del actual Mercado Central-, pero no hay que olvidar que la madre de
Gaspar era de "Cervera en el Maestrazgo de Montesa, en el Reyno de Valencia" (p. 7), y que el autor de
la biografía fue Vicente Guillermo Gual, fraile procedente de Barcelona: "En el año 1599, vine de
Barcelona a este Convento de Valencia
" (p. 161).
Le quedaban dos años de vida a fray Gaspar cuando nació en Guadassuar, en
1607, el que sería prior del convento de Vinaroz. Se trata de fray Agustín Antonio Pasqual en
cuya biografía publicada ocho años antes de la Batalla de Almansa aparecen frases en lengua
valenciana. Por ejemplo, cuando el niño de Antonia Gascó de Xátiva en 1658, sana de una dolencia,
exclama: "No pores (sic) mare, que yo ya estich bo" (p: 319). El biógrafo aclara que la elisión de la l en
"plores" se debía a "su balbuciente lengua y mal formadas palabras, porque no permitía su edad otra
cosa". Tratando sobre los discípulos de fray Agustín cita a Gerónimo Lloscos, natural de Xérica, del que
recoge una frase tlpica del monosilabismo valenciano: "Deu li fasa be a qui mal me vol" (p. 344). En otro
comentario dice: "Desta casa han de eixir cinch persones heroiques pera la Iglesia" (347). Amigo del
obispo de Tortosa, predicó en lengua valenciana por "Xátiva, Morella, Alberich (sic), Oriola", etc.
No dudaban sobre el idioma. En la biografía de mossén Gregorio Ridaura,
alcoyano nacido en 1641, leemos: "decía en nuestro Idioma Valenciano: Anem a beure el
glopet, que quiere decir, vamos a beber el sorbito". (Granel, P: Expresión dolorosa. Valencia 1704, p. 5) y
en diálogo con el esposo de una dama valenciana, dice: "Pero mire vosté, que advertixca a la senyora que
es lleve els tacons de les sabates" (p. 25). La señora sufrió una lesión, consolándola el alcoyano: "El
dumenge ya estará millor" (p. 27). Obsérvese el uso del artículo el ante dumenge la y griega en ya, la
terminación ixca en advertixca, etc. (Leo en LAS PROVINCIAS que la radiotelevisión catalana de la
Generalidad valenciana convoca pruebas para el "diumenge a l'aulari"; Ridaura, en idioma valenciano,
diría: "El dumenge en l'aulari").
Como textos de circulación interna en centros eclesiásticos del siglo XVII,
elegiremos los de la iglesia de Santa María de Castellón. En el inventario de 1700 aparece el
cardinal dos como femenino: "dos capes, dos túniques, dos bolses de tafetá, dos camises" (no el
dues de Canal 9). Y la voz globo mantiene su grafía valenciana, "globo nou de plata sobredorat". Las
ridículas voces "glòbul" y "globus" que enseñan a los niños valencianos son barbarismos catalanes de
invención moderna. También el "sobredorat" y "dorat" ("mig llit de camp dorat") que utilizaban los
castellonenses del XVII no eran corrupciones barrocas, pues están documentados desde tiempos de
Joanot Martorell (Alcover).
La ch mantenía su vigencia en el idioma valenciano de Castellón: "en la pila de batejar una
pechina de plata" (Inv. año 1639). Entre los objetos "del servici de dita Yglesia" (no servei ni esglesia)
aparecen "ornaments y joyes", así como "la Creu chiqueta y campaneta chiqueta". Los castellonenses
cuidaban la "capella de la Mare de Deu dels Desamparats" (no Desemparats) y tenían en "lo
archiu
de dita Iglesia, nou quadros" (no arxiu y quadres). En los tejidos, los fitomorfos bordados que en
Castilla se denominaban granadas, en valenciano eran "carchofes"; y en el Castellón coetáneo de
Cervantes lo sabían: "Casulla de vellut ab carchofes obrades de or" (Inv. 1610). La preposición en -tan
odiada en Canal 9- expresaba relación de lugar: "En Castelló de la Plana" (Inv. año 1688).
Otro asunto: nos quejamos de la plaga que humilló a Valencia el 25 de abril, y de
los que han convertido Canal 9 en alquímica academia de catalán, donde el dinero
público lo trasforman en los amb, esport, servei y el Parle Vosté. Hay que tener
paciencia con ellos, piensen que nuestros antepasados superaron pestes, hambres y parásitos
horribles. Ahora sólo nos suena el Piojo López, pero los anopluros -igual que los catalaneros-
atormentaban en el pasado a todos los humanos; aunque hubo un valenciano que pasaba de ellos:
Agustín Antonio Pasqual, aquel fraile de Guadassuar que fue prior en Vinaroz: "padeció toda su vida de
los piojos. Avivado de ellos, rehusaba que nadie les matase; antes, quitándole uno cierto religioso,
le pidió que se lo restituyese, y tomándolo se le volvió al cuerpo
" (p. 223). Franciscano gesto que
debemos imitar con los cuatribarreros de insulto y estaca, aunque sean más inútiles y perniciosos que los
anopluros de seis patas.