Franquismo idiomático para el 2003

Ricardo García Moya

Ya han llegado los textos de falso “valenciá” para el 2003 y, como era de esperar, las cacareadas “claves de valencianidad” se plasman en una mayor sutileza en el engaño. Paradigma de lo que se impartirá a los niños valencianos a partir de septiembre es a partir de septiem texto de “Valencia, llende la editorial madrileña SM. La portada del libro, con un Sorolla como camuflaje, protege las catalanadas del responsable Franco Martínez, miembro activo de la “Associació descriptors en llengua catalana”. A este modelo de enseñanza de falso “valenciá” lo llamaremos franquismo idiomático, por considerar que la estrategia de Franco Martínez prototipo de las autorizadas por Tarancón.

Cumpliendo los deseos del Conseller, el idioma del lnstitut dEstudis Catalans seguirá impartiéndose con virulencia e impunidad; de ahí que en el texto de Franco se enseñe la prosa catalana de Santiago Rosiñol: “La brotada davui...” (p.2l7), el teatro del catalán Adriá Gual (p.238) o se imponga el estudio de los versos del barcelonés Papasseit: “surt i sullpren i té...” (p.280) y de los catalanes Joseph Carner y Carles Riba. La mayor parte de las fotografías del libro están sacadas de la Enciclopeda Catalana y “El Temps”, con textos tan valencianos como los del Diari de Sabadell (p.254) o del citado El Temps. En esta obra autorizada por Tarancón se hace estudiar a los niños valencianos la poesía “Oda a la Patria” (p.l60), del catalán Aribau; y no nos engañemos, pues esa patria futura que Aribau llora en los versos “Adeu siau, turons... vell Montseny ” (ib.), no es la valenciana ni la española, sino la fascista Cataluña que devora hasta Orihuela en mapas institucionales que Tarancón y San Zaplana jamás combatirán.

La erosión a lo valenciano es ley del franquismo idiomático. Franco introduce a los alumnos en el misticismo catalán con la poesía “Montserrat” de Jacint Verdaguer (p.180), cuando podía haber utilizado el sagrado Mongó de los versos valencianos de fray Pere de Denia. El franquismo no duda en manipular a literatos como Blasco Ibáñez, fingiendo que usaba hasta el amb” (p.185), para que sus escritos perezcan salidos de la pluma de Pompeu Fabra. La falsedad es una constante en el franquismo taranconiano, y valga como ejemplo la tergiversación conceptual de la revista catalana “LAvenç”, a la que Franco llama “defensora del catalanismo progresista” (p.214) ¡Qué cernícalos son! En los años que alude Franco, hacia el 1900, “LAvenç” era una revista visceralmente nazi, defensora de la pureza aria catalana y enemiga de los africanos españoles; con artículos enaltecedores del germanismo antropométrico del cráneo catalán y de su superioridad racial. ¡Ay, Tarancón, Tarancón! ¿No te da vergüenza catalanizar al pueblo valenciano con la mierda de estos textos? Posiblemente, los tarancones llegaron hace siglos desde el Tarancón manchego, pero eso no es motivo para que odies y sacrifiques la cultura del Reino que os acogió.

El franquismo no duda en falsear morfologías reproduciendo frases de “El Cortesano” de Milán con la preposición “amb” y pronombres separados con guioncito fabriano ¡en el siglo XVI! La denominación de “idioma valenciano” es tabú, pues buscan degradarlo a un dialecto como el extremeño. El franquismo taranconiano autoriza estos libros de texto, que son guiños a los comisarios inmersores para que en el aula catalanicen a placer. La visión de los clásicos valencianos la delega Franco en manos de los frenéticos colaboracionistas como Sanchos Guarner y Joan Fuster, falangista que analiza la obra Isabel de Villena en perfecto catalán (p.27) En el extraño valenciano (huyen de la expresión “lengua valenciana”) que fomenta Tarancón, hallamos la poesía “Records d´infantesa” del catalán Camprodón, que añora cuando era “petit” (p.179), así como los versos del barcelonés Maragall. Otro ilustre barcelonés que deben estudiar en catalán nuestros hijos son los párrafos escritos en “gener de 1906” (p.220) por el barcelonés Eugeni dOrs: “caminant ab passa lenta...”. Otro individuo inquietante, Martí de Riquer (el que ha dado a conocer lo de las barras de sangre castellanas, pero que se olvidó citar que servidor lo había descubierto una década antes), también aporta su grano de arena para catalanizar a los niños valencianos.

Según el franquismo tarancomano: La normativa que regula actualment el valenciá, segons l´Estatut dAutonomia i altres lleis, es la que va formular Pompeu Fabra” (p.272). Y nosotros sin enterarnos de que el Estatut ordena usar la jerga inventada por Fabra. En los años en que los arios catalanes, además de publicar LAvenç, se divertían con el negro disecado de Bañolas. El franquismo censura y desprecia la opinión de los que mantienen con dignidad la defensa del idioma valenciano, y enaltece la de los que venden nuestra cultura a Cataluña; así, el infame colaboracionismo es glosado por Sanchis Guarner como una lucha heroica: “Fon dura la batalla per a introduir a Valencia les Normes Ortográfiques de lInstitut dEstudis Catalans, inspirades principalment par Pompeu Fabra (p.257). Con el beneplácito taranconiano, Franco insiste en que el “valenciá es dialecte catalá” (p.93)

En el catalán de Franco, los alumnos valencianos irán comprendiendo que su centro espiritual está en el “Montserrat de Verdaguer, que su “Patria” es la Catalunya de Aribau; que su lengua es la catalana del Institut dEstudis Catalans; que las normas de Asunción son las de Pompeu Fabra; que sus revistas favoritas deben ser las catalanas “El Temps”, “LAvenç” y la tenebrosa “Saó”, aquella de motilones sardaneros mimados por Bancaixa que comprendían la violencia de ETA (p.124). Hay que reconocer que, aunque nos cuesta miles y miles de millones, el catalán y el catalanismo han sido introducidos con éxito por nuestros genios de la política. Como despedida; ahí va esta muestra del catalán franquista que tienen que estudiar en el 2003 los niños valencianos: “ens hem aturat a Canaletes... darrera un vas... el comiat es maravellós... ”. La Historia de Cataluña tendrá un lugar de honor para Tarancón y San Zaplana.

Diario de Valencia 7 de abril de 2002