La científica catalanització de Carlos Ros
Por Ricardo García Moya
A don Martí de Riquer le sobraban méritos para recibir el Premio Príncipe de Asturias
1997. Personaje carismático, ha sido faro directriz de la normalització universitaria y, como
autoridad en lengua catalana, sus investigaciones blindaron el escudo cíentifico de los
unificadores idiomáticos. La "Historia de la literatura catalena" es su obra más ambiciosa y
útil, pues rellena los desolados anaqueles literarios del condado con poetas y prosistas
valencianos, justificando este traslado con intuiciones sobre lo que pensaban y sentían
nuestros escritores de antaño: "Carlos Ros con- sagró su vida al enaltecimiento y a la
restauración de la lengua catalana
" (Hist. lit. catalana, t.V, p. 233). Hay que reconocer que
un valenciano defensor de la lengua catalana en el XVIII sería un comodín para la
normalització, pero...
En realidad Carlos Ros jamás desperdició gotas de tinta en alabar la
lengua catalana, a no ser que don Martí considere laudatoria esta sarta de
adjetivos: "la lengua catalana es malsonante, grosera, isleña y montaraz" (Ros:
Epítome, 1734, p.19). Quizá no captemos el juego retórico del notario dieciochesco, pero
tildar de grosera a una lengua equivalía a considerarla basta, ordinaria y sin arte, según el
diccionario de la Real Academia de la cual es miembro don Martí. También sorprende que
llamarla malsonente, isleña y montaraz sea enaltecerla, por mucha polisemia que
rebusquemos en acepciones, derivados y raices.
Carlos Ros ocupó su vida defendiendo la lengua valenciana, que le
parecía "graciosa, breve, dulce, suave, primorosa, gentil. gallarda, elegante,
compendiosa, pura, aguda, emphatica, sentenciosa, sua-ve, eloquente
" (Ros, Epítome,
1734). Por el contrario, proclamó una animosidad insultante hacia "la lengua catalana, que
los valencianos llamamos margall
" (Epítome, p.19). El margall o comino castellano es la
mala hierba que crece entre gramíneas. Usado en metáforas despectivas, "me importa un
comino", equivalía a cosa insignificante de ningún valor. La inversa interpretación que don
Marti realiza del ideario filológico de Carlos Ros es homóloga a la su- rrealista transcripción
de sus textos; así, cuando en el original de Ros leemos "fas yo dos coses", don Martí lo
convierte en "faç jo dues coses", (Hist. lit. catalana p. 234).
Si Carlos Ros escribe sin apóstrofo, don Martí lo añade. Si une
enclíticos en formas verbales (acreditarme, donarlos), don Martí los separa
(acreditar-me, donar-los). Don Martí modifica acentos y altera clásicas preposiciones
valencianas; la conjunción copulativa y la convierte en i, deforma consonantes geminadas
con el guioncito Fabriano; y todo ello para camuflar que el léxico y ortografía de Ros se
acerca al valenciano moderno. EI Tratat de adages y refrans (no Tractat d'adages i refrans,
como escribe Riquer) lo dedica a la Virgen dels Desamparats (no Desemparats) y emplea
terminaciones verbales correctas, imprimix y consistix (no imprimeix i consisteix). Carlos
Ros
no podría ser presentador de Canal 9 o funcìonario, pues situaba la preposición
en delante de topónimos: "En Valencia, en Alboraya". EI Institut d'Estudis Catalans prohibió
su uso y los inmersores lo acatan en sus textos (Gramática, Bromera 1996, p. 205). El
"Imprés en Valencia" de Ros lo transforman en "a València".
Ros escribía "tancat en clau" (no amb clau); Lo lladre te perea (no El lladre te
peresa), llinage (no cognom), boljaques (no butxacas), trobadura (no troballa), homens y
jovens (no homes i joves), dumenge (no diumenge) y, por supuesto: grandea, bellea,
vellea, fortalea, altea, etc. Otro pecado lingüístico de Ros fue mantener el clásico artículo LO,
que por obedìencia al Institut d'Estudis Catalans jamás pronuncian los inmersores de Canal
9. En las obras de Ros encontramos: Lo modo, lo diable, lo fill, lo Rat Penat, lo passat,
lo breu, lo llaurador, lo ferro, lo molt, lo bobo, lo sabi, lo roig; y podríamos dormir al sufrido
lector con centenares de citas semejantes. Otro detalle a resaltar es que sabía distinguir
entre fermar escritos y signar con su signo de notario.
De vivir en 1997, Carlos Ros se reiría de los vocablos censurados por

los catalanes, pues ninguneaba la opinión de los usuarios del montaraz
idioma vecino. El, por ejemplo, no rechazaría maestría, aunque el Diccionari de
barbarismes
de Isabel Gimeno (Barcelona, 1987) lo prohíba y ordene usar mestría o
mestratge. En la conocida carta que Fray Luis Galiana remitió a Carlos Ros, reproduce un
escrito valenciano de 1418 en el que encontramos hasta tres veces la palabra maestría. Era
un vocablo clásico utilizado por nuestro Ausias March: "sens practicar maestria". Equivalía
a "destrea y pericia, qualitat propia del mestre".
Volviendo al tema: Cientificismo existía hasta an la gasificación de
hebreos, y cientificismo hay en la manipulación que supone presentar a
Carlos Ros -lingüista valenciano que consideraba grosera, isleña y montaraz a la lengua
catalana- como una especie de Pilar Rahola del siglo XVIII. Lo grave es que el autor del
enredo es un académico y que la Universidad, el Constitucional y el Congreso se apoyan
en estos rasputines idiomáticos para perpetrar desmanes expansionistas.
Las Provincias 27 de Mayo de 1.997