La criolla, el madrileño y el valenciano
Por Ricardo García Moya
La actual relación, y no aludo a la politica, entre cubanos y españoles recuerda la habida antes del 1898; relación
tragicómica que fue reflejada por la literatura valenciana. Las bibliotecas de España, desde la Nacional de
Madrid a la del Institut d'Estudis Catalans, custodian obras en lengua valenciana que muestran a nuestros
antepasados coloniales y sus peripecias en los campos de Venus.
Así, el Institut d'Estudis Catalans conserva "EI terreno del honor" (Valencia, 1894), obra de Lluis Bernat, que él
mismo calificaba como "Noveleta de costums" (no "novel-leta"). Bernat seguía la tradición idiomática foral,
pues en 1667, el artiacá de Molvedre escribia: "feu Abraham escandall de la novela" (Bateig, p. 15),
aludiendo a la historia de Sara, que había "parit a sa vellea". Bernat desciende al infierno de opereta,
champán y meretrices bigotudas que edulcoraron la melancolía del desastre colonial y la tisis
generalizada. En el inframundo del placer cronometrado también se habló desde la Edad Media el idioma
ahora prohibido; en 1501, la prostituta conquense Angela de Vanya conocía a un musulmán que hablaba
"en lengua valenciana e molt paladina" (ARV, B. 1433). A fines del XIX, los clientes no eran moriscos,
sino notarios, militares con graduación y tenderos que leían "La trona" y "EI cuento del dumenge".
EI protagonista de "EI terreno del honor" es el madrileño don Nicanor Alpuente, celoso marido de la bella
"cubaneta Charito", criolla de 20 años. Don Nicanor presume de haber combatido en La Habana,
Matanzas y en mil lances para defender el honor de Charito. EI conflicto surge cuando, tras unas copas,
un valenciano de la Alcora Ilamado Mingo Nyespla "acabá per soltarli que la cubaneta li la pegaba en un
atre". El sobado argumento es el cañamazo donde Bernat fija una grafia de base fonológica, ajustada a
las características del valenciano moderno. La trepidante acción converge hacia el momento dramático del
duelo, con el aterrorizado "fill d'Alcora, que donaba Ilástima vórelo a les tres de la matiná" (p. 22);
mientras, al "ex botiguer" madrileño, "una veu secreta li dia: Eixe Ilauraor te forada la pancha" (p. 28).
Habrá quien se escandalice por esta grafía, pero el clásico Jaume Roig escribía "pancha" ("Dones",
1561, f. 16) e igual hacía Fullana en su "Gramática" de 1915 (p. 40).
Esta "noveleta de costums" retrataba la habitual relación de interés entre joven criolla cubana y rico
español que rozaba la senectud. EI desenlace es grotesco. Charito huye con su amante, y el duelo se
suspende por la irrupción de dos amigos valencianos de Mingo, que salen "raere d'un abre, repartint
varaes als duelistes" (p. 31). EI dramático duelo que Mariano José de Larra presenciara en 1835 es
transformado por el humor valenciano en una parodia donde la muerte sólo puede provocarse por el
miedo, pues "pera comprarli la por al Sr. Nicanor haurien segut menester tots els millons de Rotschid" (p.
28); y "arribat el moment, els dos adversaris se miraren de reull, y els dos s'asustaren... de vore cada u
tan groc al atre" (p. 29).
La necesidad de adecuar grafía e idioma vivo -Bernat no escribía para obtener subvenciones o cargos, sino
para ser leído- hace que utilice sin titubeos el léxico vivo, alejándose del catalán y el castellano. Igual que
Fullana, elimina intervocálicas y finales en caira, cridá, matiná, vesprá, vegá, etc.; y muestra voces ahora
alteradas, "nostre héroe" (p. 19); o prohibidas, como la locución adjetiva "de marres", un vocablo de
lejano origen árabe que la inmersión ha fulminado. EI melodrama de Bernat se desarrollaba en Madrid,
lugar donde el "fill de I'Alcora" tenía que resolver asuntos notariales; pero en la capital del Reino de
Valencia podemos rastrear la pista de nuestros libertinos antepasados. En la incipiente publicidad que
insertaba "EI cuento del dumenge" encontramos referencias al Balneario Pizarro, "aubert de 7 del matí a
3 de la vesprá". Como ven, la grafía estaba normalizada por el uso cotidiano, ya que estos anuncios no
eran como los actualmente subvencionados en catalán.
La Ilegada del cinematógrafo aumentó la oferta placentera y fue tema para un sainete de Méndez Rosell en el
idioma valenciano moderno, "ya estem atra vegá en les películes" (p. 12). Pero les películes (sin ele geminada)
no desterraron al viejo oficio, como sugiere el anuncio sobre cierto producto que ustedes ya saben: "les
millors, fines, fortes, irrompibles". EI establecimiento se llamaba "La inglesa", ubicado en el carrer de Sant
Vicent. Para los vergonzosos clientes se recomendaba la "entrá molt reservá per la escaleta".
En 1901, Bernat y Teodoro Santoncha publicaban "La senserrá", novelita donde los valencianos se
divertían ajustándose a la moral tradicional, comiendo "armeles y confits" (p. 13) y ligando "fadrines de la
contorná" (p. 15). Usaban "cercaníes, contorná y rodalá", pero no el derivado "rodalía", palabreja que
la catalanizada Renfe usa para atormentarnos (igual que "destinació", por el valenciano "destí").
Resumiendo, hacia 1900 se utilizaba la lengua valenciana por autores como Bernat, Escalante, Fullana,

Rosell, Palanca, Millas, etc.; pero ya habían nacido los Carles Salvador que derramarían los lodos
fabristas. Por cierto, ¿sabían que lo de Carles es un invento decimonónico de pedante bricolaje
barcelonés? Este nombre propio era y es en lengua valenciana Carlos, como Carlos Ros.
Las Provincias 28 de Octubre de 1998