La `rapidesa´ de Mercadona

Ricardo García Moya

Los romances hispánicos fueron cocteleras que combinaron elementos lingüísticos de todo tipo. Los dramaturgos barrocos, conscientes del fértil mestizaje, jugaron con el léxico creando equívocos e, inconscientemente, favorecieron el intercambio entre valenciano y castellano. Ejemplo de ello es “El gavacho (sic) y las lenguas” (Zaragoza, 1640), entremés representado “por el Valenciano” y donde un moro intenta hablar castellano, pero lo que pronuncia son voces valencianas que el autor deforma escatológicamente para provocar hilaridad: “desta horta comemos de bonas ganas merdabona, merdolagas” (p.l82).

Quizá tuviera origen similar el adjetivo valenciano “sanguango”, habitual desde Llucena a Muchamel y frecuente en la prosa del XIX: “¿Quin sentit te el sanguango?” (Liern: La mona de Pascua, 1872). El Institut dEstudis Catalans lo rechazó por castellanismo y los inmersores de aquí agacharon orejas y rabo, como siempre. Hay quien le atribuye étimo gallego y otros lo relacionan con zángano, pero también podría ser un afronegrismo introducido en el XVI. En la “Loa sacramental” de Ana Caro (Sevilla, 1639), se utilizan "quatro lenguas: morisco, guineo, francés y portugués» y en los versos guineos leemos: "sanguanga, gurugu manga / sanguanga, guru gumanque”. La población negra de Sevilla y Valencia era numerosa, incluso sabemos que “en 1552 cantó misa en el monasterio de Sancta Catherina un clérigo negro nacido en Valencia, hijo de padres negros, esclavos de Mattheu Ros” (Timoneda, 1569).

La lengua valenciana se desarrolló en una sociedad multirracial que Roig, en 1460, retrataba así: “chiques menors / jovens e velles / cristianes, juhies, mores / negres e lores”. Es decir, cuando el romance se transforma en lengua culta, junto al idioma valenciano se oían lenguas y dialectos de judíos, moros, negros y mulatos (“lores”, mulatas). La asimilación de voces foráneas fue un proceso natural y voluntario, opuesto a la coacción y engaño de la inmersión de la Generalidad, que fomenta y premia a los colaboracionistas que rotulan carteles en catalán. Y aquí entramos en otro tema.

La prosopopeya es un recurso literario que otorga cualidades humanas a ríos, naciones, conceptos abstractos, .etc. Si en teatro y poesía los valencianos hablaron con el Turia, el “Mongó” y el “Penyó dIfach”, nosotros conversaremos con Mercadona como si fuera un ser que abarca desde Valencia a Burgos, ciudad donde este verano adquirí en tu establecimiento productos valencianos como el queso servilleta de Gandía, “els fartons dAlboraya” y el vino de Llíria. De regreso, sr. Mercadona, te habías convertido en nuevo vecino mío de la playa de San Juan, hecho que nos permitía no tener que comprar en hipermercados galos y germano-catalanes. Todo iba bien, hasta que un cartel en catalán con voces como "rapidesa” me demostró que tu valencianidad era de marketing.

Sr Mercadona: el sustantivo “rapidesa” no existe en valenciano. Con tal grafía surge en el catalán del siglo XVII (por analogía con las castellanas y catalanas bellesa, altesa y fortalesa; opuestas a las valencianas bellea, altea y fortalea), pero no hay antecedente de su uso en lengua valenciana hasta los insoportables poemas de los valencianos que mendigaban honores barceloneses, a partir de 1880. En el diccionario de Escrig (año 1871) todavía se mantiene “rapidea”, pero la edición de 1887 (maleada por los que se declaran en el prólogo admiradores de Cataluña), incorpora el barbarismo “rapidesa”. Indicativo de la condición de voz foránea es que ya en el siglo XX, Alcover sólo da “rapidea” como palabra valenciana (DCVB).

Sr. Mercadona: de los territorios con lengua propia en que comercias, sólo desprecias la nuestra; con lo fácil que te sería escribir “en rapidea" en los carteles de tus hipermercados del Reino de Valencia; “con rapidez”, en los de Castilla; y “amb rapidesa”, en el condado de Cataluña. No te fíes de los diseñadores cubiertos por fina capa de esmalte cultural que les impulsa -por ultracorrección y miedo a mostrar su ignorancia- a catalanizar convulsivamente rótulos y publicidad. Si fueran perspicaces rechazarían “rapidesa” por su connotación etimológica con “rapiña” y otras voces que ahuyentan la clientela. Y si te decides a usar el adjetivo correspondiente, recuerda que tenemos rapit en valenciano, rápido en castellano y rápid en catalán. Hay diccionarios no prostituidos que mantienen la morfología valenciana de rapit y rapidea (Escrig,1871; Fullana, 1921; Real Academia Valenciana, 1997), sin los barbarismos rápid, rapidesa.

Lo lamentable es que si el sr. Mercadona quisiera adoptar el adjetivo valenciano “llauger”, el sustantivo “llaugerea” y el adverbio “llaugerament” (cercanos semánticamente a rapidea), encontraría que el traductor SALT de la Generalidad del PP sólo ofrece los catalanes lleuger, lleugeresa y lleugerament, apoyándose en fuentes como el “Diccionari Etimológíc i Complementari de la llengua catalana”, donde Gulsoy, Cahner y Corominas demuestran su desconocimiento del idioma valenciano con este razonamiento :“predomina la pronúncia llauger en el nivell popular i no és estrany, mentre no surti del cercle estrictament col-loquial o costumista”. ¿Coloquial, costumbrista? El humanista Joan Esteve escribía “llaugerament” en 1472 (Liber, 1489); poco después, Fenollar aludía a una “llaugera ma”(Lo procés de les olives, any 1561). Entre la prosa mística, opuesta al coloquialismo y costumbrismo, hallamos el adverbio “llaugerament” (Montanyés: Espill de ben viure, 1559); y en los brillantes versos satíricos de Tormo figura el adjetivo “llauger” (La gatomaquia valenciana, h. 1770). Podríamos empapelar la Generalidad con ejemplos similares, como la traducción de lleugeresa a llaugerea en un texto paremiológico: “molt innovar lIaugerea” (Aforismes composts en catalá y traduits al valenciá, any 1853, p.12); pero, a los que viven de la catalanización, les provocan carcajadas los testimonios citados.

Mientras, la Generalidad prohibe la lengua valenciana a los centros de enseñanza, llega el terrorismo cultural que fomenta sibilinamente la lucha contra España. En “El Temps” ,que me llega gratis por gentileza de la Generalidad, los alumnos valencianos pueden leer que “La independencia (dEspanya), acabaría amb les reticéncies a la normalització del catalá” (El Temps, 24 setembre 2001, p.15). De esto, claro, no se enteran nuestros simpáticos políticos, empeñados en convertirnos en súbditos catalanes.

Diario de Valencia 30 de Septiembre de 2001