Las trampas cotidianas
Por Ricardo García Moya
En el último número de la revista "Escola catalana", un anuncio
pagado por la Generalidad de Pujol agradecía al Congreso de
Diputados
que, desde ahora, "podrán etiquetar en catalán productos tradicionales de nuestra
tierra, como l'allioli". Oue sepamos, el ajoaceite es tradición valenciana, por lo que sobraba
en el anuncio el posesivo "nuestra".
Hace más de un siglo y medio, en el sainete "L'agüelo PoIlastre", de Chusep
B. Baldoví (como él escribía su nombre) ya ofrecían en una taberna de Alfafar "all y oli,
tenques, Ilises, Ileu en salse y Ilonganises
" (p. 6).
Están sembrando confusión en todo. Así, un lector confrontaba
"abaecho y bacallat" (EI Cabinista, 20-5-97) atribuyendo más pureza
valenciana al primer vocablo, siendo un error provocado por la consigna
inmersora de que todo procede del condado norteño. Nada más opuesto a
la realidad. Esta palabra vino a España hacia el 1500, y por su origen pelean los que
se dedicaron a la pesca del sabroso teleósteo: rusos, vascos, germanos y portugueses.
Aparece en Portugal y Castilla con la variable bacallao (Enciso, 1519) generando las
variables conocidas: bacallá, bacallar y bacallat. Respecto al valenciano abaejo o
abaecho equivalía al abadejo castellano, un dìminutivo de abad que no era insólito, pues
otros peces fueron Ilamados capellans.
Más conflictivo es el aladroch, sustantivo que todos suponíamos valenciano
hasta que el Dr. Corominas dijo que era "palabra esencialmente catalana" (DCECH).
No habria nada que objetar si la atribución se fundamentara en
documentos, pero el más antiguo que aporta es el Diccionario de la Real
Academia de 1884, en el que sólo consta aladroque y como murcianismo.
Tanto el lexicógrafo como el Institut d'Estudis Catalans no tuvieron en
cuenta el catálogo "dels peixos en Ilengua valenciana", de Orellana (año 1802) o el
diccionario valenciano-castellano de Lamarca (año 1839), donde también figuraba el nombre
del pececillo.
Y aquí convendría advertir a la vehemente Pilar Rahola (la del cientificismo)
que el Institut d'Estudis Catalans cuadra la teoría de la unidad lingüística a cabezazos
mortológicos, pues recoge aladroch sin la ch final (norma del IEC) despreciando el catálogo
de Orellana y el diccionario valenciano de Escrig (1850), donde figuraba con ch, y no como
murcianismo.
Aladroch es el vocablo valenciano equivalente al seitó catalán o al castellano boquerón.
EI término deriva del árabe ázraq (azul) y está documentado en la Edad Media: en 1456 las
autoridades del Reino de Valencia ordenan a un moro de Pedreguer que abone la cantidad
que debe al cordelero Andreu Ribes, el moroso se Ilamaba Aladroch (ARV, Bailia, 1151 ).
Como es sabido, plantas y animales originaron apellidos: Fenoll, Figuera, Moll, Sorell, Corder,
Bou, Blat y, en este caso, Aladroch.
Del mar de Valencia a su huerta. En el Reino usamos las dicciones
tomata y tomaca; pero, al coincidir esta última con la catalana, los inmersores afirman que
es la culta y -cerrando vocal- pronuncian "tumaca" como en Cataluña.
Quizá ignoran que tomate, tomata y tomaca proceden del náhuatl tómatl, nombre
de la herbácea mejicana que comenzó a cultivarse en España en el siglo XVII, cuatrocientos
años más tarde de la entrada de Jaime I, por lo que se incorporaron a la lengua valenciana
hacia el 1600, procedente de una lengua amerindia.
La voz culta tomata -etimológicamente fiel a tómatl- estaba extendida en tiempo de
Cavanilles y, posteriormente, la encontramos popularizada en sainetes decimonónicos:
"sofrechit en tomata" (Llombart, Abelles, 1878, p. 42). Tan correcto es "pa en tomata" como

"pa en tomaca", y no supone catalanización, salvo que Racionero descubra que el nahualt
mejicano era dialecto de la lengua del principado sin príncipe.
Nos manipulan como quieren.
En los diccionarios inmersores (que obligatoriamente usan nuestros
hijos) figura platja como forma culta, con la tj de marras.
Pues bien, esta palabra es tan dudosa de origen que lo mismo podría
proceder del latín tardío que del mozárabe; en ambos casos, la citada T es
un postizo pedante y un pecado etimológico. En la misma Cataluña del siglo XV, en el
dietario de la Generalidad anotaron el 11 de agosto de 1468 que, al estar "en guerra con
los valencianos', habían capturado un navío con tejido de aquel Reino, trasladándolo a la
"plaia" de Barcelona.
De igual modo, cuando Onofre Pou escribe en Valencia su Thesaurus (año 1575)
anota la forma "plaja", igual que haría siglos después Fullana, sin la T.
Ahora bien, si los valencianos siguiéramos el criterio de singularizar
nuestro idioma, adoptaríamos la variable "placha" exclusiva de la lengua
valenciana y documentada antes de 1707 en carta del escribano del Palacio Real de
Valencia: "lo dia 10 de agost, la armada ancorá en la placha de la Vila de Altea" (B. Univ.
Valencia, Ms. 16). Pero estamos demasiado acomplejados para adoptar lo verdaderamente
nuestro.
Las Provincias 3 de Junio de 1997