Las Provincias 5 de Noviembre de 1994
LOS PREMIOS DE OCTUBRE Y EL SECTARISMO
Por Ricardo García Moya
Era la primera vez que toda la extrema derecha del nacionalcatalanismo se reunía en
Valencia ante las televisiones del régimen. la Generalidad de Lerma había tirado la casa
por la ventana y todo estuvo bien organizado. Hasta pensaron que la ausencia de
banderas en el inicio del acto motivaría interrogantes. Todo estaba previsto, el programa
iría alcanzando intensidad y -con ruido infernal causado por un pianista enfurecido y
Manolo el del Bombo (o alguien que se le parecía muchísimo)- entraría la cuatribarrada
catalana ante el delirio de los asistentes.
Un titubeante Manuel Vicent -que todavía no domina el normalitzat del régimen-,
empleaba valencianismos como "sigle" y "en", no "segie" y "amb". Pero, astuto él, supo
tranquilizar a la caverna al declararse seguidor de Joan Fuster. Otros militantes
conocidos, como el millonario proletario Raimon y el cubano Batllorí, iban calentando el
ambiente para llegar al climax, donde el pseudo Manolo del Bombo interpretaría el
"alegreto molto disparatato". Mientras tanto, un enrojecido Emérit Bono aplaudía,
aplaudía, aplaudía...
Los teloneros del acto repetían aquello de "el nostre país, el nostre idioma, la nostra cultura, la
nostra historia"; provocando histeria a los televidentes ajenos al pandemónium sardanero, pues
¿cuál era ese país, lengua, cultura e historia? EI misterio, por fin, iba a ser resuelto gracias a la
publicidad, que dio el giro realista a la entrega de los premios Octubre. EI señor Tarradellas, el
del paté (y no me interpreten torticeramente, que diría Asunción), desde su granja de
puercos en Vich, aleccionaba al noi: "¿Ves toda esta tierra hasta donde llega el
horizonte? Algún día, pequeño, todo esto será tuyo". La metáfora culminaba con la frase
"¿Es que lo quieres todo?", al jovencito Tarradellas.
Y llegó el momento deseado. Un destarifado pianista --creo que Carles Santos, de Vinaroz-
comenzó a aporrear las teclas cual si se tratara de atomizar diminutos blaveros. Cada
cierto tiempo, miraba al respetable (es un decir) pues no acababa de creerse que no
huyeran en desbandada: el del bombo, con ritmo de garrotero ruandés, se sumó al
estruendo y Ilegó el momento cumbre: los tolerantes, los demócratas, los progresistas
-que pregonan que el lío de las banderitas les tiene sin cuidado- enloquecieron ante la
aparición de la cuatribarrada de Cataluña. Los burlescos y despreciativos ante la Real
Señera
valenciana, se ponían firmes ante la enseña forastera. Y Cipriano Císcar,
conocido como el Maharajá de Huelva, aplaudía, aplaudía, aplaudía...
Los valencianos del régimen trataban de demostrar méritos ante la jefa "churumbela"
(según Lara). EI director de RTVE, García Candau, pronunciaba unos ridículos "avui"
en tono elevado, mientras que Bigas Lunas decía a la ministra algo de "un nen porta la
bandera catalana a la lluna" Carmen Alborch, -experta en estos aquelarres
catalaneros- se estremecía de felicidad y reía, reía, reía.
Los rectores de las universidades valencianas pugnaban en catalanizar su léxico y, poco a
poco, se acentuaba la pleitesía hacia Cataluña y el catalán. EI escultor (?) del régimen, el de las
barritas, decía no sé qué de las subvenciones; y la catalana Maresma, directora de "EI Temps"
-semanario que prospera gracias a la generosidad institucional del hierático y
la morenasa- expresaba su alegría; de igual modo que otro extraño personaje, Carme
Portaceli
(que también goza del maná del contribuyente) contaba "a nosaltras" cómo
aprendió la "meva llengua catalana". EI nivel cultural se incrementó con la presencia de
Mikimoto y un barcelonés de AIcoy que interpretaba, creo, papeles cómicos en Tele 5.
Pero no fue Ovidi quien hizo de gracioso, sino el premiado Víctor Batallé con su burla a
Sant Vicent Ferrer. EI patoso bromeó sobre "el salvamento del brazo de San Vicente
Ferrer por la concejala filóloga
". Los mismos políticos que subvencionaron "als

Joglars" aquella infame parodia sobre el patrón del Reino de Valencia, reían y
aplaudían la estúpida ocurrencia de Batallé, eufórico por los dos millones que se llevaba
a su amada Cataluña. Aquí faltaba el señor Tarradellas, el del paté, para que se llevara
el malasombra a su granja.
La alegría era desbordante. Se encontraban en la inculta Valencia hablando en catalán puro,
con su bandera de cuatro barras y su apología de la Gran Cataluña o Países Catalanes. Los
peones del hierático (y ahora, con la hernia discal, más) gozaban a rabiar; la ministra
Alborch, Cipriano, Emérit, Candau, todos aplaudían y reían.
Y es que la única política que sabía tratarles como se merecían, Lola García Broch, había
sido anulada. No obstante, el erotómano Berlanga dio la nota negra al usar uno de los
idiomas prohibidos, el español (el otro era el valenciano), con frases que la inefable
entrevistadora no quiso escuchar. Berlanga dijo que "la sociedad está peor que hace
cincuenta años; no hemos avanzado un pelo" (!). Lástima que nuestro cineasta no fuera
más explícito o valiente en sus declaraciones; aunque las subvenciones, hay que
recordarlo, atan mucho a los intelectuales.
En fin, el acto de afirmación del espíritu catalán terminó con los aplausos de los
colaboracionistas del régimen. La risueña ministra prometía más pelas para los engendros
catalaneros (Sant Vicent nos libre de la versión sobre los Borjas) y los cuatro galardonados se
Ilevaron sus milloncejos a la tierra de Tarradellas, el de los patés porcinos. La extrema
derecha del nacionalcatalanismo -con sus Francés Mira, Josep Guía, etc.- podían
irse a dormir tranquilos. La batalla por catalanizar Valencia, gracias al inestimable apoyo
institucional de Lerma, estaba ganada. La entrega del poder a Pujol nos está saliendo
muy cara a los valencianos.