Saó y el investigador de Broseta

Ricardo García Moya

Desde hace décadas, la extrema derecha partidaria del expansionismo catalán realiza pintadas tan enigmáticas como mort al feixista. No lo entiendo, ¿qué tiene de censurable que un ser humano se dedique a elaborar haces o «feixos? Desde siempre se ha practicado esta actividad que, por corrupción del étimo latino fascis, dio morfologías como feys, feixe, fays, feje, faixó, faixa etc., en los romances peninsulares, desde el portugués al valenciano; aunque, en nuestro idioma, decimos: garbao garbeta de cebes, alls tendres, jolivert, etc. No entiendo, pues, que al feixista dedicado a formar haces o feixos de esparto, paja o juncos se le quiera asesinar.

Dejamos al feixista con su haz de espárragos o perejil y nos situamos en la Italia de 1919, año en que Benito Mussolini funda en Milán la primera escuadra o fascio de combate, con la simpatía de literatos como Marinetti, enemigos de la sintaxis y admiradores del peligro y la velocidad. Pocos intuyeron en Italia lo que supondría el fascismo, consolidado en 1923 como partido racista y expansionista que soñaba con el esplendor de la Roma imperial. Los intelectuales que asesoraban a Mussolini adoptaron el nombre de fascismo por derivación del latín fascis, creando un neologismo que se propagó a las lenguas europeas: francés, fascisme; español, fascismo; valenciano, fascisme; inglés, fascism, etc. Al estallar la guerra del 36, los republicanos valencianos llamaban fasciste de forma indiscriminada al supuesto derechista o creyente practicante. Esto lo sabemos todos, aunque hayamos nacido después de la contienda, pues escuchamos el adjetivo en boca de protagonistas. Recuerdo aquella mujer, Insignificante y de voz aguda, que nos traía el diario por los años 50, y que era una de las dos hermanas que en 1937 daban el tiro de gracia a los fascistes fusilados en los arrabales de Burjasot. En idioma valenciano, por tanto, tenemos el sustantivo fascisme y el adjetivo fasciste/ta (con morfema distintivo de género), voces cultas y respetuosas con la etimología. Por el contrario, en el catalán de la Diputación de Valencia usan las corrupciones barcelonesas feixisme y feixista, impuestas por el Institut dEstudis Catalans.

Puntualmente, con la complacencia de los políticos, llega a los centros de enseñanza valencianos la basura fascista Escola catalana, Saó, El Temps y el Avui, pagada con publicidad y subvención de los gobiernos del PP y CIU. Rebosando odio, su contenido fomenta el separatismo de España y promueve nuestra integración en Cataluña. El último ejemplar de EC explica que los valencianos estamos viviendo en territorio catalán. Joseph M. Salrach, profesor de la Pompeu Fabra, dice que podem definir els països catalans com la pàtria catalana (Escola Catalana. Octubre 2001, p.13), y diserta didácticarnente sobre la catalanitat del Païs Valencia... que els valencians festejen el 8 dOctubre. Este payaso confunde fechas, oculta el titulo de Reino y esgrime conceptos de pelopinchos fascistas de 1935 del mateix grup nacional... la pertinença a un grup humà original, una nació (p.15). Ni Marinetti firmaría estos disparates: del Neolític tenim al territori dels Països Catalans una primera dicotomía cultural (EC.p.10). ¡Qué brutos son! No les da vergüenza publicar que la patria catalana existió hace un millón de años: Entre fa 700.000 i 100.000 anys safegeix la troballa de restes humanes, que són els més antics que coneixem als Països Catalans (p.8). Y citan al Vinalopó, Alcoy y Xátiva como lugares habitados por el Homo erectus catalán.

A nuestros hijos les dan folletos de la Generalitat incitándoles a usar el falso valenciano de la Universidad y, en caso de conflicto, tienen que acudir al Departament de Filología Catalana. En cuento de Andersen sería: Corderos del mundo, especialmente los gorditos, vuestro libertador os espera en el Matadero Municipal. El fascismo ya está aquí, envalentonado por la cobardía de políticos inmorales. Cada vez con más frecuencia desfilará la masa de estudiantes catalanizados con banderas cuatribarradas, estruendo de tambores y proclamas a favor de la Pàtria catalana. La Universidad está en manos del fascismo catalán, nacido en desequilibrados como aquel Rubió i Lluch defensor de los países de raza catalana (Carta a Estelrich, 7-3-1889), y que llamaba sandíos o majaderos a los que creían en la ridícula lengua valenciana. El fascismo catalán enlazó con el italiano de 1920, ambos defendían la existencia de razas e idiomas superiores, acorde con los postulados expuestos en LAvenç. Los inferiores, como los valencianos, deberían obedecer.

Y llegamos al tema escabroso. La revista religiosa Saó, editada gracias a las santísimas Diputación de Valencia y Bancaixa, dedica su último número a rematar el recuerdo del profesor Don Manuel Broseta. Por lo visto, Alfons Cervera se dedicaba a seguir la trayectoria del asesinado profesor y, con los datos que posee, afirma que Broseta fue uno de los cabecillas de una organización, ¿secreta?, de diabólicos fines; es decir, que quizá ETA hizo un bien a la Humanidad al eliminarlo. Gracias a Saó, los estudiantes valencianos de ESO y Bachillerato pueden aprender que Broseta, Attard, Abril Martorell y Lizondo fueron conspiradores que idearon una estrategia diabólica de tensión y odio a muerte sin contemplaciones (Saó, Octubre 2001, p. 23). La mística Saó alancea a Broseta y lo coloca como primer responsable de una serie de hechos criminales que conducirían a la organización a sang i foc de grupos contra la democracia. Estos son los nombres propios que Saó asocia a la estrategia diabólica que acabó con bombas y el asesinato de Miquel Grau. A partir de ahora, con la ayuda de la Diputación de Valencia, las bibliotecas y hemerotecas ofrecerán información sobre un tal Broseta, peligroso activista que se encargó de reventar la calma política y de fomentar la intolerancia con grupos feixistas que sembraron odio y terror entre los valencianos.

El mártir de la democracia, Don Manuel Broseta, es transformado por los motilones de Saó en un diabólico conspirador fascista contra la democracia; y ya saben el remedio que los catalaneros exhiben en pancartas: mort al feixista y Eta mátalos. Ni una sola palabra de compasión aparece en Saó hacia el asesinado Broseta, y el único abrazo que le dan es mortal, envileciendo su recuerdo y redondeando con ello la acción de ETA, que tampoco merece ni una palabra de condena por parte de Alfons Cervera. Hay relaciones curiosas: Saó informa culturalmente a los chicos de Climent o Acció Cultural, y esta organización enlaza culturalmente con Pepe Rei; y este amigo de la libertad enlaza culturalmente con los intelectuales de ETA; y ETA enlaza con Don Manuel Broseta que paseaba por la calle. Y Saó enlaza económicamente con el PP... y yo me voy a vomitar.

Diario de Valencia 9 de diciembre de 2001